jueves, 30 de diciembre de 2010

70 locuras, 7 poetas, 21 locos y un Octavo.

En mi familia, por cada poeta hay tres locos: el poeta y dos obsesivos compulsivos que se dedican a decirle al poeta como debería vivir. En esta generación hay 21 locos, es decir, 7 poetas. Para entender mejor nuestra historia, debo hablar del ancestro común.

El ancestro común fue uno de los fundadores de la ciudad de Caracas, quien por accidentes del destino formó parte de alguna expedición colonial española. El ancestro común era homosexual, pero le resultó más cómodo ordenarse sacerdote en tiempos de Inquisiciones. Había que evangelizar a los indios y propagar la buena nueva de que una cultura más fuerte y con enfermedades nuevas gobernaría el nuevo mundo. Lo más interesante del ancestro común es que escribía poemas gais pero la gente pensaba que hablaba de Dios, así se confunde el amor con Dios, o así confunden a Dios con el amor los que lo consideran lo mismo. Una noche, tras plasmar sobre un pergamino una experiencia mística (fantasía sexual) una indiecita recién convertida lo masturbó en sueños, y en el momento crucial depositó el líquido que consideraba sagrado en su receptáculo de vida. La indiecita, con su extremo afán de tener sagrada descendencia, y no sin deseo por el apático sacerdote inició la estirpe. El ancestro común nunca lo supo.

7 generaciones siguieron, todas con poca prole. Rescatables en las ramas del árbol tenemos a un ladrón de caminos por el que se ofrecieron 70 monedas de oro (morocotas), un presidente-dictador, un par de asesinos y muchos poetas anónimos, todos fluctuando entre los extremos del deseo desaforado con afán de dominación y la mas pusilánime y pasiva sensibilidad artística.

Hoy, como ya hemos mencionado, tenemos 7 poetas que vamos a ir conociendo.

El primer poeta le escribe a la naturaleza con rimas equilibradas, descubriendo y cantándole a cascadas, a ríos, al sol y a la luna como si fuera un pequeño Tarzan, Mowli, o cualquier buen salvaje. Lo curioso es que vive en la ciudad y es adicto a todas las comodidades del mundo actual. Un obsesivo compulsivo quiere que sea biólogo y el otro quiere que sea astrofísico.

El segundo le canta a los dioses primitivos de algún culto persa o babilónico, exaltando sus festines orgiásticos y grandes batallas. Paradójicamente, se declara agnóstico. Un obsesivo compulsivo quiere que sea sacerdote y el otro quiere que sea militar.

El tercero le canta al sexo en todas sus facetas, desviaciones y divertidas transgresiones. Sus rimas pretenden no solo mostrar las imágenes más vívidas imaginables por el hombre sino que la rítmica trata de emular un acto sexual que tiene lugar en una hamaca. Un obsesivo compulsivo quiere que sea dueño de un burdel (y ser su socio) y el otro quiere que sea urólogo y le examine.

El cuarto le canta a la familia como símbolo de armonía, de fuerza, de alegría, fue él quien descubrió un manuscrito con el árbol genealógico. Un obsesivo compulsivo quiere que sea historiador y el otro que sea agricultor

El quinto, si me piden mi opinión, es el más aburrido: le canta a la patria. Una patria pequeña que cree grande para sentirse menos pequeño. Lo más gracioso es que se fue de su país a los 7 años. Un obsesivo compulsivo quiere que sea diputado y el otro le sugiere que sea terrorista.

El sexto le canta al silencio. No escribe una línea pero se presenta como poeta para ligar. Sus dos obsesivos compulsivos quieren lo mismo: que escriba algo, para que les sugiera con sus líneas lo que han de sugerirles ellos a él.

El séptimo le canta a la poesía misma. Es como un crítico estético, un artista crítico, o al menos esa es su meta. Escribe poesía sobre la poesía en un círculo infinito. Exalta en sus poemas como la poesía supera a la prosa y como la realidad de la poesía penetra cada fibra del organismo. Su par de obsesivos compulsivos tampoco tienen idea de qué sugerirle y se han dedicado a averiguarlo con el psiquiatra.

Y Luis Octavio (el Octavo) es el outsider. No es un poeta sino un eterno aprendiz de escritor de ficciones que persigue la quimera de crear una nueva estirpe inventando historias. No tengo obsesivos compulsivos que me digan hacia dónde ir, porque les corté la lengua, las disequé, y las exhibo como premio junto a una medalla de participación en una maratón en la que hice trampa.

domingo, 5 de diciembre de 2010

HIPOTESIS VIVA

Como vivo, escribo
Como si una gran idea se pudiera escapar
Y no hubiera tiempo de conocer el mar
Como un querer brindar sin motivo

Escribo como vivo
¿Acaso puedo escribir como muerto?
Mientras no haya una salida sin motivos
Y salgan aviones de este aeropuerto

Como escribo, vivo!
Y he aquí un nuevo axioma sin aroma
Un Nuevo arcoíris sin colores cautivos
Único consuelo al dolor que recibo

Vivo como escribo
En párrafos largos y delirantes
Con diálogos punzo penetrantes
Y finales para el olvido